martes, 28 de agosto de 2012

Propuesta para saber hasta qué punto es posible cambiar el sistema desde adentro


Mientras estaba sentado en el Subway comiendo un saladísimo submarino, me fijé en que, en la mesa vecina, habían agarrado un periódico que el “restaurant” ponía a la disposición de sus clientes. Obviamente, se trataba de uno de estos periódicos amarillistas, cuyas portadas podrían causar severos trastornos mentales a cualquier niño (e incluso cualquier adulto) criado en una familia que prefiere educar con amor en lugar de violencia.

Me pregunté entonces, ¿Porqué no nos sorprendemos que este tipo de “periódicos” sean los que siempre se ponen gratuitamente a la disposición de los millones de clientes de estos “comercios”? Ojo, aquí no me estoy preguntando porqué éstos son los “periódicos” que ofrecen, sino porqué no nos sorprendemos de este hecho.

Resulta clara la razón por la cual estos “comercios” prefieren brindarnos este tipo de “lectura” en lugar de otra. Se trata de un instrumento de propanda. Detrás de la sangre, el sexo y el deporte, se transmiten valores que nos llevan a consumir, a seguir comiendo en el Subway, a seguir leyendo estos “periódicos”, a votar por sus candidatos, a adoptar sus chivos expiatorios y, en algunos casos desesperados, se llega a interpretan como una cortesía del “restaurant”.

Uno de los elementos más preocupante de este vínculo entre propaganda y comida chatarra, es el alcance que éste tiene. Seguramente habrá millones de personas que no compran periódicos, pero que los leen únicamente cuando se encuentran en esos “lugares”.

Por lo tanto, la pregunta que me planteé era ¿Como combatir la hegemonía que ejercen los periódicos amarillistas en los establecimientos que venden comida chatarra?

Pensé en varias posibilidades y me gustaría saber si alguien las habrá probado alguna vez y cómo le ha ido. Hay una en particular que me pareció más interesante: que un profesor de universidad comprara una franquicia de una de estas grandes cadenas de comida chatarra y que tomara el control de los periódicos que se ponen a la disposición de los clientes aunque sea en esta franquicia específica.

A partir de ahí, un sin fin de posibilidades empezó a derivar de esta situación hipotética que podría literalmente convertirse en un laboratorio. Los empleados del profesor podrían ser sus alumnos. Podrían decidir sindicalizarse con la aprobación del dueño de la franquicia. ¿Cuál sería la reacción de la “casa madre” hacia el dueño de la franquicia?

También se podría controlar las publicaciones que se ponen a la disposición de la clientela e invitar colectivos de activistas a ofrecer sus revistas. Si se quedara la publicación amarillista dentro de este abánico de ofertas, ¿la seguirían leyendo los clientes de manera tan automática como lo hacen actualmente?

Finalmente, lo que planteo es el siguiente proyecto:

-Un profesor de universidad compra una franquicia de una cadena de comida chatarra con propósitos de investigación.
-Sus alumnos son los empleados.
-La investigación girará en torno a saber cuáles son los límites de un dueño de franquicia de izquierda frente a las directivas de la companía respecto a las políticas laborales de la empresa y la difusión de “contenidos informativos” o propaganda.
-Asimismo, se buscará responder a las preguntas: ¿Se ha intentado alguna vez? En dado caso, ¿cuáles fueron los resultados de tal experimento? En dado caso que no, ¿porqué no?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario